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Lo que queda del día (The remains of the day) (1993)

En 1993, James Ivory realiza una de las  mejores ultimas películas de su última etapa,  adaptando la obra de Kazud Ishiguro, basada en su novela “The remains Of The Day”

Con anterioridad ya había realizado “Regreso a Howards End” en 1992 y “Una habitación con vistas” en 1985, estas dos ultimas basadas en obras de E. M. Foster

Pese a que el objeto de las tres obras literarias que le sirven de apoyo tienen un objetivo y hasta cierto punto, un tema distinto, tienen en común que reflejan una estructura y relaciones sociales que durante mucho tiempo distinguieron la sociedad británica, una sociedad basada en unas rígidas normas y disciplinas sociales, con un estricto sistema de clases

En “Lo que queda del día”,  hay dos personajes que centran todo el argumento, un mayordomo, interpretado tan magistralmente como acostumbra por Anthony Hopkins, y el ama de llaves, interpretada por Emman Thompson, que ya habían trabajado con Ivory en “Regreso a Howards End” y que consigue en esta cinta una gran calidad interpretativa, hasta el punto de no ser eclipsada por su compañero de reparto, lo que no es poco.

El perfecto mayordomo sale un dia de la mansión en que presta sus servicios, adquirida recientemente por un americano, y decide hacer un viaje para reencontrarse con la antigua ama de llaves, que dejó el trabajo a raíz de su matrimonio

Los tiempos han cambiado, la tipica mansión inglesa ya no es lo que era, y qué mayor muestra de los cambios que la llegada del americano. En su viaje, el mayordomo recuerda, revive las grandes reuniones, las cenas, las comidas, las cacerías cuando estaba el señor, así como “las reuniones internacionales” en visperas de la II Guerra Mundial

Este hombre descubre en su madurez que su vida ha sido una serie de preocupaciones por las pequeñas cosas: el polvo perfectamente limpio, las mesas con los cubiertos colocados milimetricamente, todo perfecto, ajustado como el mecanismo de un reloj. En ese mundo en la sombra, que hace que todo funcione como por arte de magia él, el mayordomo es el centro y el motor, su autoridad no se discute. En la cocina y las habitaciones de servicio no se critica a los señores, que llevan una vida que el servicio no tiene ni conocimientos ni derecho a interpretar ni criticar

Esa atención por los pequeños detalles le han convertido en un autómata,  que dirige la casa codo con codo con el ama de llaves, y prueba de ello es la mirada vacía del mayordomo, su falta de expresión o reaccion sea lo que sea que vea o escuche, voluntariamente ausente de cosas que considera que no son de su incumbencia, como si fuera un elemento mas del mobiliario

Pero el ama de llaves no es así, es energica y disciplinada, pero capaz de criticas y ademas, capaz de demostrar sus sentimientos. En los ojos conscientemente vacios de Hopkins se ven reflejados los movimientos de Thompson, pero es incapaz de demostrar nada, esta acorchado, sin alma. Y no hay mejor muestra que la escena en que una tarde ella entra en la habitación de él, para dejar una flores, mientras él esta leyendo,  y termina arrinconandole contra la pared para poder leer el titulo del libro que el se niega a mostrar. Esa habitación es para él el reducto de su intimidad, pero la mascara que lleva durante el dia le ha vencido, y es tan impenetrable con el uniforme como sin él, y es magistral la muestra de autodominio que el demuestra ante los avances de la mujer, ante los que, pese a sus deseos, se obliga no ceder

Es igualmente importante el momento en que, por un malentendido, que surge por la rígida formalidad de sus relaciones, deciden dejar de tener su té de la noche, cuando se reunen y  pasan revista a la casa. Y la ruptura de esa leve comunicación, en que ella basa sus esperanzas, precipitan su marcha de la casa, porque esas charlas sobre lo que ha dado de sí el día, sobre lo que ha de organizarse para los siguientes, son los únicos momentos para las relaciones personales

Recordando todo esto emprende su viaje, esperando hablar con ella, quizá se siente viejo y solo, y se da cuenta de que se le escapa una vida inutil. En su camino se da cuenta que los tiempos han cambiado, que se critica a los señores, y entonces peca, reniega de su condicion de criado y reniega de su amo, le niega, directamente, como un nuevo San Pedro. Lo malo es que hay personas que ante dicción tan perfecta, modales tan impecables,  no pueden dejar de darse cuenta que estan ante un mayordomo, un hombre que no ha tenido vida propia, que ha estado pendiente de la vida de los otros, de sus comodidades, olvidando sus necesidades y sus sentimientos, y oye la crítica ante su antiguo amo, al que todos consideran que fue un colaboracionista con los alemanes

Pero llega tarde a su cita. La perfecta ama de llaves, con un matrimonio fallido a sus espaldas, matrimonio en el que se refugia de la frialdad de él, se ha enterado que va a ser abuela y eso cambia sus prioridades. Cuando se despiden bajo la lluvia, ella sube al autobús y le tiende la mano, que no llega a tocar, se ha perdido la ultima oportunidad

En ese mosaico de costumbres, el resto de los personajes arropan a la pareja central: el viejo mayordomo, padre de Hopkins, al que trata con la distancia y cortesía propia de la categoría de cada uno de ellos en la casa, el señor, metido en enredos políticos que le superan, indeciso y ambiguo, equivocado en sus amistades y sus movimientos políticos, su sobrino periodista, un joven idealista interpretado por un muy joven Hugh Grant, representan a la perfección un mundo viejo, que desaparece, mientras el mundo nuevo esta representado por el nuevo amo, Christopher Reeves.

El resto del reparto es coral, como coral y secundario es su influencia en la vida de los que les rodean, pero todos tienen sus vidas, sus ilusiones, sus esperanzas, todos menos el mayordomo perfecto que ha llegado a lo mas alto de su profesión, tan orgulloso de su posición como del buen nombre de su amo

Clara

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